Monday, September 10, 2007

 

"Yo lo conocí"

Con relación al colega José Carrasco Tapia, al igual que Tito Mundt, puedo decir: "yo lo conocí". Cuando hoy el Consejo Metropolitano del Colegio de Periodistas le rinde un justo homenaje a veintiún años de su muerte, su recuerdo aparece nítido en mi mente en dos oportunidades. Una de ellas es una noche oscura en la Alameda, en 1971 ó 72, en las proximidades de la Iglesia San Francisco cuando, junto a su entonces esposa, la colega Olivia Mora, marchaba integrando una veintena de jóvenes del Movimiento de Izquierda Revolucionario (MIR) que voceaban una consigna partidaria.

"Ven, ven con nosotros", gritó al verme al borde de la calzada. Yo le respondí con una sonrisa dándole a entender que yo no estaba en esa parada que relacionaba la conciencia con el fusil.

El segundo recuerdo data de los años 80. Yo había sido despedido de "Las Ultimas Noticias", porque el diario "iba tomar otro giro en el cual yo no calzaba", según me explicó su director, Fernando Díaz Palma.

Un poco a la deriva, compré un pequeño porcentaje de la Librería y Editorial PAX-Chile, que en ese momento tenía un local en Huérfanos al llegar a San Antonio, a la entrada de la Galería del Ángel. Yo estaba en su interior y vi que Pepe, acompañado de Silvia, su segunda compañera, miraba los libros de una vitrina que daba al pasaje.

Me hizo un cortés saludo, que yo respondí desde el interior.

Eso son dos recuerdo nítidos de Pepe. Seguramente hubo otros encuentros en otras oportunidades porque yo lo recuerdo con mucha precisión como un hombre cordial, amistoso y de sonrisa rápida, acentuada por sus voluminosos lentes óptimos.

Yo he escrito estas líneas a pedido de mis compañeros del Consejo Metropolitano del Colegio de Periodistas de Chile, organismo del cual Pepe Carrasco formó parte dando curso a su interés por los asuntos gremiales.

Tras su muerte, y en gran parte gracias al libro "Asesinato de un periodista", de Patricia Collyer y María José Luque, me he enterado que Pepe era además un buen hijo, un buen padre, un buen compañero y un buen amigo. Creo que este debe ser un texto obligatorio para las futuras generaciones de periodistas.

Además de los recuerdos reseñados, siempre lo vi, desde la distancia, como un comprometido profesional con el derecho a la información. Y en ese sentido, sus asesinos lo elevaron a la categoría de los inmortales del periodismo, como Walsh, en Argentina, a quienes con razón puede aplicárseles el lema del conquistador: "la muerte menos temida, da más vida".

Juan Gonzalo Rocha, consejero Metropolitano del Colegio de Periodistas de Chile

Septiembre 2007

Thursday, September 06, 2007

 

Pepone en nuestra memoria

Nota:
El artículo que se reproduce a continuación se publicó el año 2006 en la revista "A toda Prensa" con motivo de los 20 años de la muerte de nuestro colega. La autora es la consejera y Pro Secretaria del Consejo Metropolitano Susana Kuncar.
___________________________________________
_______________________________

Perdura su martirio, porque su ausencia es tremenda. Pero más perdura su huella de revolucionario, de periodista de tomo y lomo, de hombre apasionado por la vida.

¿Por qué esa noche fatídica del 7 de septiembre de 1986 Pepe no se cuidó, no se escondió, sabiendo que la CNI lo tenía en la mira? ¿Por qué decidió dormir en su casa después del fallido atentado a Pinochet que presagiaba la venganza? Es la pregunta que aún hoy, veinte años después, duele en la memoria.

Tal vez estaba cansado de huir, hacía tiempo que había decidido no vivir en la clandestinidad, a pesar de todos los riesgos que eso significaba – en plena dictadura- para un militante del MIR que había sido detenido y torturado, que había organizado la primera huelga de hambre de presos políticos en los años más duros de la represión, que trabajaba en la revista Análisis, que era un destacado dirigente del Consejo Metropolitano del Colegio de Periodistas. Pero como dice el dicho del escorpión, su naturaleza era más fuerte. Un tipo apasionado por la vida, un “gigante de risa estruendosa” como ha sido descrito, no podía estar preso ni vivir escondido.

Tal vez, ese día se impuso el periodista por sobre el militante cuando “se auto designó periodista de turno, presto a cambiar la portada del Análisis, que ya estaba impreso y que obviamente -como nos dijo- había quedado añeja”, recuerda su compañera de oficina, Patricia Collyer. Tal vez ese día sentía que la Silvia y los niños lo necesitaban, como le dijo a Juan Pablo Cárdenas, cuando el director de Análisis le insistió telefónicamente que pasaran la noche juntos en casa de María Olivia Monckeberg. Pero Pepe venía llegando de Buenos Aires, adonde partió casi obligado a pasar un par de semanas ante las amenazas de las que estaba siendo objeto.

“Soy periodista, soy periodista, soy periodista”, repetía cuando se lo llevaron los hombres armados que derribaron la puerta de su departamento en el barrio Belllavista. Fue lo último que se escuchó de él.

Es difícil escribir algo nuevo de José Carrasco Tapia a 20 años de su muerte, porque no ha sido olvidado. Basta ingresar a Google y teclear “periodista josé carrasco tapia” para que cerca de 70 mil menciones se desplieguen. Sin ir más lejos, Magdalena Gacitúa y Rodrigo Luengo, dos estudiantes de Periodismo de la Universidad Alberto Hurtado estrenaron -nerviosos- el pasado 8 de septiembre en el teatro Camilo Henríquez, el documental “Pepone, reviviendo la libertad en su expresión”, realizado con la frescura y el idealismo de la juventud. ¡Qué triunfantes se vieron esas imágenes! Pepe estaba siendo revivido por esos jóvenes.

Periodismo y política

Perdura su martirio, porque su ausencia es tremenda. Pero más perdura su vida, su trayectoria de niño nacido en Conchalí que se educa en el Instituto Nacional y llega a Periodismo en “la Chile”. En ese período (68-70) lo conoció María Eugenia “Cheña” Camus, quien lo recuerda como un hermano mayor, que la cuidaba y protegía. “Cuando nos fuimos juntos a cubrir la gira de Fidel Castro a Chile – él por Punto Final y yo por la editoral Quimantú- lo hicimos en auto con unos argentinos, llegamos y no había dónde alojar sino en una escuela. Él dormía al lado mío para que nadie me molestara”.

La vida los reunió intensamente en el periodismo y la política.“En esa época los periodistas nos veíamos mucho, sobre todo los que teníamos una mirada parecida sobre lo que estaba pasando en Chile y lo que queríamos hacer”, señala Cheña, sobreviviente de todo. Pepone estaba comprometido hasta la médula con el proceso político, pero igual que todo el grupo de periodistas del MIR, entre los que se contaban Gladys Díaz, Lucía Sepúlveda y “el pelao Carmona”, vivían ese compromiso haciendo periodismo como malos de la cabeza. “Trabajábamos políticamente en lo que era nuestra profesión, aunque el Pepe lo hacía también en la cosa sindical porque era muy gremialista. Él y la Gladys, que era presidenta del sindicato de periodistas radiales. Vivíamos las 24 horas del día en el periodismo y además haciendo política”, rememora la hoy editora de TVN.

A Pepe le gustaba reportear y escribir, agrega, “aunque se demoraba como loco en entregar, los editores sufrían. Pero siempre tenía todo muy bien reporteado y con buenas fuentes”. En el exilio también tuvo esa capacidad, por eso Juan Pablo Cárdenas lo nombra editor internacional de Análisis y él monta una red de corresponsales de primer nivel. Pepone mismo fue corresponsal del diario mexicano Uno más Uno, cuando retornó en 1984 después de haber pasado el exilio en ese país y en Venezuela.

Gozador de la vida

Sus cercanos lo recuerdan como un líder nato, muy político pero al mismo tiempo preocupado por las personas, “le gustaba invitar a su departamento, aunque no tuviera nada para compartir, ahí se armaba algo”. Tenía defectos como cualquier ser humano, pero en la memoria de sus compañeros y amigos permanece básicamente como un gozador de la vida. Le gustaban las mujeres y también el deporte, “pero era diez para las dos, tenía las piernas chuecas”, se ríe la Cheña. Un tipo vital que siempre estaba buscando, organizando, tomando iniciativa. Y valiente, muy cojonudo. Había que serlo para liderar una huelga de hambre en un campo de concentración. Después del golpe militar María Eugenia trabajaba en el Comité Pro Paz y un día le llegó algo del Pepe, desde Puchuncaví. “Era un papel de esos con los que se hacen los cigarrillos donde venía la proclama de los presos políticos llamando a la huelga de hambre y denunciando la mentira de los 119. Fue un riesgo enorme, porque la DINA los podía volver a tomar y hacerlos desparecer a ellos, si estaban detenidos.”

Así con todo. Dio la pelea en el MIR por retornar a Chile a principios de los 80, pero no quería volver clandestino –que era la política del partido- pensaba que aquí ya se habían abierto espacios para hacer cosas. Y lo hizo.

Un revolucionario en el Consejo Nacional

Vuelve y se reconecta rápidamente con las luchas populares. Retoma su veta gremial y se transforma en dirigente del Colegio, participando en la creación de “la Carta de los Periodistas”, bajo estado de sitio y con todos los medios de oposición clausurados. Concurre a cuanta marcha se organiza contra la censura y transforma la libertad de expresión en su bandera de lucha. Está en la cresta de la ola.

Ignacio González Camus (DC), que era presidente del Colegio en ese momento, recuerda a Pepe como “un hombre franco, frontal, de personalidad vigorosa, con mucha llegada entre los periodistas. Significaba la presencia del revolucionario en el Consejo Nacional, un revolucionario que planteaba en esa instancia sus ideas con realismo, sin perder de vista la situación que se vivía en el país. Un hombre que estaba la ofensiva, pero que no pretendía mantenerse en posturas intransables y exigírselas a los demás, como un iluminado”.

Se llevaron bien.Nunca tuve algún problema político con él, aunque nuestras ideologías eran distintas. Yo enmarqué toda mi labor en la tarea de defensa de la libertad de expresión y lo mismo hizo Pepe, de modo que era difícil chocar en lo esencial. En esas tareas había poco espacio para las líneas partidistas, porque nuestro objetivo era superior. Curiosamente, los obstáculos más notorios que enfrenté dentro del Consejo eran originados por ciertos consejeros que se suponía de mi misma línea, pero de razonamiento más bien derechista”.

No se habría quedado quieto

José Carrasco Tapia tenía 43 años cuando lo mataron; habría cumplido 63 el 24 de agosto del 2006. A pesar de su ausencia, su amiga María Eugenia Camus no tiene mayores dificultades para imaginarlo hoy:

“Habría interrumpido a cada instante las conversaciones de los chat de Internet y habría inventado miles de actividades para que no nos volvieramos a distanciar más. Sospecho que las empresas de celulares habrían tenido en él uno de sus mejores clientes, porque si había algo que le gustaba -además de otras cosas por cierto- era dedicarse a pasar horas en el teléfono.
En estos años, el Pepone habría inventado algo para salir a pelear por el cierre de los medios de comunicación, por la prohibición de la píldora del día después, por la falta de espacios para los jóvenes que quieren hacer algo distinto y no encuentran apoyo.
A lo mejor habría emprendido la aventura de ser un parlamentario y quizás estaríamos bien representados en medio de los honorables. No me cabe duda que no habría estado quieto en estos años, tal como no lo estuvo en Puchuncaví, en Venezuela, en México y después en Chile. Por eso les molestaba y por eso, decidieron asesinarlo”.

El sábado 8 de septiembre del 2006, el sol pega fuerte. Puntualmente, al mediodía, se desarrolla el mismo rito, año tras año. Los periodistas van llegando poco a poco, medio tímidamente, mientras las caras se reconocen y saludan. Los mismos de siempre han envejecido, otros llegan con sus hijos y eso es reconfortante. Ya casi no queda espacio para realizar el homenaje, la autopista recientemente inaugurada se lo ha comido todo, vorazmente. Dos placas que en algún momento habrá que renovar recuerdan que ese fue el lugar preciso. Aparecen las pancartas, los claveles rojos, se escuchan los testimonios. La mayoría de los autos pasa a toda velocidad y algunos miran curiosos. Otros -los menos - reconocen de qué se trata y hacen sonar sus bocinas en señal de apoyo, todavía...



Wednesday, September 06, 2006

 

Veinte años del asesinato del periodista José Carrasco: una sonrisa truncada por la venganza

Hace veinte años nos horrorizamos. José Carrasco, el amigable dirigente del Colegio Metropolitano de Periodista, el editor internacional de Revista Análisis, el papá de dos chiquillos, el vecino con su pareja de calle Santa Filomena en el Barrio Bellavista, el valiente luchador por la libertad de expresión, el gigantón de sonrisa estruendosa, era secuestrado desde su hogar y luego asesinado en septiembre de 1986, a horas del atentado a Pinochet en que nada tenía que ver. Fue el horror de la venganza ciega de la dictadura que truncó una vida, muchas vidas.

Pero sus colegas del Colegio Metropolitano como Susana Kuncar y sus dirigentes Patricio Martínez y Patricia Collier, junto a periodistas de todo Chile le recuerdan y le homenajean, aún esperando que la Justicia actúe en una investigación que tras dos décadas esperamos que llegue a quienes dieron las órdenes.

José Humberto Carrasco Tapia. Pepone, había nacido en Santiago en 1943. Un muchacho sencillo y amistoso en Conchalí, como lo recuerda su tía Rosa. Después, como tantos orgullosos de la educación pública, estudió en el mismísimo Instituto Nacional. Y el muchacho inquieto, optó por periodismo en la Universidad de Chile, y en las pasiones de los sesenta, optó por sus dos amores; el fútbol y la política. Trabajó en las revistas Gol y Gol, Siete Días y Punto Final, Opta por el MIR como uno de sus altos dirigentes y sufre las consecuencias del golpe. Es detenido en la base naval de Talcahuano, torturado en Villa Grimaldi, prisionero en Puchuncaví, donde hace una huelga de hambre para denunciar el montaje de los supuestos “119” detenidos-desaparecidos que habrían aparecido muertos en enfrentamientos en otros países del Cono Sur.

Exiliado en Venezuela trabajó en el Diario Caracas y luego en México, en Punto Final. De regreso a Chile, en 1984, combina su trabajo profesional en revista Análisis, su vocería del Mir que optaba por la política en el MDP, y su participación en el Colegio de Periodista, donde lo conocimos en aquellas marchas portando un cartel que decía “Libertad de Expresión” en esos días en que la Revista Jesuita Mensaje era acosada, Análisis y APSI censuradas y radio Chilena de la Iglesia y radio Cooperativa acalladas, por lo cual el Colegio Metropolitano creó un boletín para difundir noticias y opiniones divergentes.

Mataron al Pepe y agradecemos que a dos décadas esta Cámara acuerde rendirle un homenaje. Ya no puede estar uno de sus dos hijos que se fue de este mundo con pena. Están sus colegas del Colegio de Valparaíso, encabezados por Angélica Pacheco y alumnos de periodismo. José Carrasco, a horas de morir, reafirmó su compromiso con la vida, la justicia y la libertad, por la que estaba dispuesto a darlo todo.

Nos quedamos con la presencia grande y acogedora de José Carrasco, sus lentes y su bigote, su voz fuerte, su andar valiente, su lucha por la libertad, su memoria. José Carrasco vive.


Fuente: Esteban Valenzuela, diputado PPD, en Homenaje a José Carrasco.

 

En memoria de José Carrasco Tapia: En Chile tampoco hay justicia para los periodistas asesinados o desaparecidos

Una vez más se cumplió en este septiembre con el triste ritual de un homenaje a la memoria de los periodistas asesinados y desaparecidos personificados en José Carrasco Tapia, ultimado el 8 de septiembre de 1986, un día después del atentado fallido contra Augusto Pinochet.

Como todos los años, la convocatoria del Colegio de Periodistas fue atendida por un centenar de colegas, amigos, familiares y compañeros de trabajo de "Peppone" en un sencillo acto en el mismo lugar en que fue acribillado con 23 impactos de bala en venganza por la acción no lograda contra el dictador, hoy una estrecha vereda contigua al muro sur del Cementerio Parque del Recuerdo, al borde del intenso tráfico de la nueva autopista Av. Américo Vespucio Norte, en Huechuraba, Santiago.José Carrasco es el emblema de todas las víctimas del periodismo cuyos asesinos suelen llevar una vida normal y hasta parecen personas "respetables".

En los pocos casos acogidos por los tribunales, los victimarios están siendo favorecidos por la justicia, pero si llegan a ser condenados apenas reciben penas leves. Pero lo poco que hace el Poder Judicial lo deshace el Presidente, y así "las instituciones funcionan", como dice el jefe del Estado, con la puerta del indulto presidencial abierta y ahora, la amenaza de generalizar la indulgencia mediante una ley especial introducida en el Senado por la extrema derecha pinochetista, una iniciativa "valorada" por Ricardo Lagos, quien después enfrió su apoyo.

El periodista José Carrasco no tuvo nada que ver con el atentado fallido a Pinochet, pero fue asesinado en represalia junto a otros tres opositores a la dictadura que tampoco estuvieron involucrados en la acción –Abraham Muskablit, Felipe Rivera y Gastón Vidaurrázaga–, cuyo recuerdo se va sepultando lentamente en el olvido, en casi veinte años de impunidad fortalecida por el propósito encubierto –pero irrenunciable– de gran parte de la clase política de poner un "punto final" a todos los crímenes contra los derechos humanos acaecidos durante la dictadura (1973-1990) para "cerrar definitivamente las heridas" a más de tres décadas del golpe.

Todas estas cosas ocurren de preferencia en septiembre, "mes de la patria" en que ocurrieron todos los golpes de estado, en que antaño se realizaban las elecciones presidenciales y se conmemora toda suerte de efemérides, incluida la fiesta nacional del 18 y la parada militar del 19.Septiembre es el mes en que una gran parte de Chile recuerda a sus muertos y desaparecidos victimados por la dictadura, mientras centenares de autores victimarios circulan libremente por las calles.

Jorge Vargas Bories, el principal asesino de Carrasco, llegó a ser entrevistado –en 2003– como "padre ejemplar" de una concursante exitosa de la televisión pública, más influida por los partidos de dere
cha que por el Estado, merced a la voluntad suprema del Presidente Ricardo Lagos expresada cada vez que designa al directorio de TVN, "la televisión de todos los chilenos".

Los jueces que han estado a cargo del caso Carrasco saben desde hace años quiénes fueron sus asesinos, que son los mismos que intervinieron en "Operación Albania" y otros grandes crímenes masivos y emblemáticos. Pero nada ocurre, sólo pasa el tiempo...Y el tiempo transcurre a favor de los autores de los crímenes, vistan o no algún uniforme. Los juicios demoran tanto que los victimarios mueren... pero de viejos, como ocurrió en agosto con el general de ejército Carlos Forrestier Haensgen, el suegro del comandante en jefe que se fue al otro mundo cargando a sus espaldas por lo menos 23 muertes y desapariciones conocidas por los tribunales.

Y una vez fallecidos y despedidos con "dolor" en un funeral de honor, el aparato de propaganda del Ejército y las declaraciones de los próceres políticos presentan a estos personajes como "víctimas" ...de una mortificante justicia que lesionó sus "derechos humanos" con largos procesos judiciales donde no alcanzaron a probar su "inocencia" para pasar a la historia militar inmaculados –como "próceres"–, pero igual admirados por sus pares y la opinión pública que escucha los dichos de los barones de la política que aparecen en la televisión. Hace tiempo que este país vive el "revés", la otra dimensión de la realidad –contraria al anverso–, en un "reality show" interminable, con abundantes premios y donde los medios y los dichos públicos imponen la realidad virtual hasta desaparecer a la real.

Y se vende al mundo una imagen virtual de plena democracia y prosperidad bajo el slogan "todos somos chilenos"... Chile no es lo que parece ser, pero no importa...Procesos sin grandes avances En 17 años (1973-2000), la dictadura asesinó o hizo desaparecer a 23 periodistas, 9 estudiantes que estaban terminando la carrera, 20 fotógrafos, radiodifusores, documentalistas y trabajadores de muchos otros oficios ligados a la comunicación y a tareas afines, como los obreros gráficos, que suman en total más un centenar de secuestrados y desaparecidos o asesinados, sobre un total nacional de 2.905 víctimas documentadas oficialmente, por la Comisión Rettig y otras instancias.

Los periodistas y trabajadores afines suman 101, según el libro Morir es la Noticia, es decir, el 3,5% de un total nacional de 2.905 víctimas, donde hay 1.720 ejecutados (59,2%) y 1.185 desaparecidos (40,8%), de acuerdo a la Comisión Nacional de Reparación. En treinta años, se han dictado setencias en escasos 18 asesinatos, apenas el 1,05% de los 1.720 ejecutados, y sólo están en la cárcel los responsables de una sola desaparición, el 0,08% de 1.185 casos –la de Miguel Angel Sandoval Rodríguez–.

La causa de José Carrasco ha tenido por lo menos tres jueces en casi 20 años. El actual insructor del proceso, el ministro Hugo Dolmetsch, de la Corte de Apelaciones de Santiago, en agosto de 2004 aseguró al Colegio de Periodistas que dictaría sentencia a más tardar en octubre, pero ha transcurrido un año sin que haya novedades. Sin embargo, abundan las malas noticias en numerosas otras causas que atañen a periodistas o trabajadores de la comunicación que escasamente fueron reseñadas por la prensa, de acuerdo al Informe FASIC para el primer semestre 2005, preparado por la periodista Nancy Guzmán.

Fuente: Ernesto Carmona - Septiembre 2005 (especial para Argenpress.org)

 

En memoria de José Carrasco Tapia: En Chile tampoco hay justicia para los periodistas asesinados o desaparecidos

Una vez más se cumplió en este septiembre con el triste ritual de un homenaje a la memoria de los periodistas asesinados y desaparecidos personificados en José Carrasco Tapia, ultimado el 8 de septiembre de 1986, un día después del atentado fallido contra Augusto Pinochet.

Como todos los años, la convocatoria del Colegio de Periodistas fue atendida por un centenar de colegas, amigos, familiares y compañeros de trabajo de "Peppone" en un sencillo acto en el mismo lugar en que fue acribillado con 23 impactos de bala en venganza por la acción no lograda contra el dictador, hoy una estrecha vereda contigua al muro sur del Cementerio Parque del Recuerdo, al borde del intenso tráfico de la nueva autopista Av. Américo Vespucio Norte, en Huechuraba, Santiago.José Carrasco es el emblema de todas las víctimas del periodismo cuyos asesinos suelen llevar una vida normal y hasta parecen personas "respetables".

En los pocos casos acogidos por los tribunales, los victimarios están siendo favorecidos por la justicia, pero si llegan a ser condenados apenas reciben penas leves. Pero lo poco que hace el Poder Judicial lo deshace el Presidente, y así "las instituciones funcionan", como dice el jefe del Estado, con la puerta del indulto presidencial abierta y ahora, la amenaza de generalizar la indulgencia mediante una ley especial introducida en el Senado por la extrema derecha pinochetista, una iniciativa "valorada" por Ricardo Lagos, quien después enfrió su apoyo.

El periodista José Carrasco no tuvo nada que ver con el atentado fallido a Pinochet, pero fue asesinado en represalia junto a otros tres opositores a la dictadura que tampoco estuvieron involucrados en la acción –Abraham Muskablit, Felipe Rivera y Gastón Vidaurrázaga–, cuyo recuerdo se va sepultando lentamente en el olvido, en casi veinte años de impunidad fortalecida por el propósito encubierto –pero irrenunciable– de gran parte de la clase política de poner un "punto final" a todos los crímenes contra los derechos humanos acaecidos durante la dictadura (1973-1990) para "cerrar definitivamente las heridas" a más de tres décadas del golpe.

Todas estas cosas ocurren de preferencia en septiembre, "mes de la patria" en que ocurrieron todos los golpes de estado, en que antaño se realizaban las elecciones presidenciales y se conmemora toda suerte de efemérides, incluida la fiesta nacional del 18 y la parada militar del 19.Septiembre es el mes en que una gran parte de Chile recuerda a sus muertos y desaparecidos victimados por la dictadura, mientras centenares de autores victimarios circulan libremente por las calles.

Jorge Vargas Bories, el principal asesino de Carrasco, llegó a ser entrevistado –en 2003– como "padre ejemplar" de una concursante exitosa de la televisión pública, más influida por los partidos de dere
cha que por el Estado, merced a la voluntad suprema del Presidente Ricardo Lagos expresada cada vez que designa al directorio de TVN, "la televisión de todos los chilenos".

Los jueces que han estado a cargo del caso Carrasco saben desde hace años quiénes fueron sus asesinos, que son los mismos que intervinieron en "Operación Albania" y otros grandes crímenes masivos y emblemáticos. Pero nada ocurre, sólo pasa el tiempo...Y el tiempo transcurre a favor de los autores de los crímenes, vistan o no algún uniforme. Los juicios demoran tanto que los victimarios mueren... pero de viejos, como ocurrió en agosto con el general de ejército Carlos Forrestier Haensgen, el suegro del comandante en jefe que se fue al otro mundo cargando a sus espaldas por lo menos 23 muertes y desapariciones conocidas por los tribunales.

Y una vez fallecidos y despedidos con "dolor" en un funeral de honor, el aparato de propaganda del Ejército y las declaraciones de los próceres políticos presentan a estos personajes como "víctimas" ...de una mortificante justicia que lesionó sus "derechos humanos" con largos procesos judiciales donde no alcanzaron a probar su "inocencia" para pasar a la historia militar inmaculados –como "próceres"–, pero igual admirados por sus pares y la opinión pública que escucha los dichos de los barones de la política que aparecen en la televisión. Hace tiempo que este país vive el "revés", la otra dimensión de la realidad –contraria al anverso–, en un "reality show" interminable, con abundantes premios y donde los medios y los dichos públicos imponen la realidad virtual hasta desaparecer a la real.

Y se vende al mundo una imagen virtual de plena democracia y prosperidad bajo el slogan "todos somos chilenos"... Chile no es lo que parece ser, pero no importa...Procesos sin grandes avances En 17 años (1973-2000), la dictadura asesinó o hizo desaparecer a 23 periodistas, 9 estudiantes que estaban terminando la carrera, 20 fotógrafos, radiodifusores, documentalistas y trabajadores de muchos otros oficios ligados a la comunicación y a tareas afines, como los obreros gráficos, que suman en total más un centenar de secuestrados y desaparecidos o asesinados, sobre un total nacional de 2.905 víctimas documentadas oficialmente, por la Comisión Rettig y otras instancias.

Los periodistas y trabajadores afines suman 101, según el libro Morir es la Noticia, es decir, el 3,5% de un total nacional de 2.905 víctimas, donde hay 1.720 ejecutados (59,2%) y 1.185 desaparecidos (40,8%), de acuerdo a la Comisión Nacional de Reparación. En treinta años, se han dictado setencias en escasos 18 asesinatos, apenas el 1,05% de los 1.720 ejecutados, y sólo están en la cárcel los responsables de una sola desaparición, el 0,08% de 1.185 casos –la de Miguel Angel Sandoval Rodríguez–.

La causa de José Carrasco ha tenido por lo menos tres jueces en casi 20 años. El actual insructor del proceso, el ministro Hugo Dolmetsch, de la Corte de Apelaciones de Santiago, en agosto de 2004 aseguró al Colegio de Periodistas que dictaría sentencia a más tardar en octubre, pero ha transcurrido un año sin que haya novedades. Sin embargo, abundan las malas noticias en numerosas otras causas que atañen a periodistas o trabajadores de la comunicación que escasamente fueron reseñadas por la prensa, de acuerdo al Informe FASIC para el primer semestre 2005, preparado por la periodista Nancy Guzmán.

Fuente: Ernesto Carmona - Septiembre 2005 (especial para Argenpress.org)

Tuesday, September 05, 2006

 

Homenaje a Pepe

A medida que pasan los años, siento cada vez con más fuerza que Pepe nos hace una falta sin fondo, como lo dijera el poeta César Vallejo. Y que sus asesinos sabían a quien mataban esa madrugada del 8 de septiembre de 1986.

Mataban a un hombre que en 1990 nos habría hecho movilizarnos por cielo, mar y tierra para impedir que la llegada de la Democracia significara el cierre de los medios de comunicación que habían combatido a la Dictadura. Un hombre que nos hubiera convocado a protestar, argumentar, gritar y dialogar para que ello no ocurriera. Y que si, a pesar de todo, igual hubiera visto que abandonaba a su suerte a nuestros medios dejándonos un poco como sin cuerdas vocales y sin manos-, nos habría instado -y nos hubiera convencido, sin duda-, a fundar nuevos medios de comunicación. Fueran éstos diarios, revistas, radios, pasquines, boletines o hasta para una señal de TV cable.

Mataron a un hombre que se las habría ingeniado para seguir con la pluma parada, ya fuera sobre una hoja de papel, una tecla de computador o un obturador fotográfico. Un hombre que si hubiera estado con vida para la estruendosa e impredecible irrupción de Internet, nos habría embarcado, obviamente, en un medio electrónico. Y habría sido exitoso. Y más aun, lo habría fundado como complemento a otro medio más tradicional.

Mataron a un hombre que no hubiera permitido que nos quedáramos sin pega. Y que habría dado la pelea para que todos los de entonces hubiéramos seguido siendo periodistas. Reporteros de grabadora, de traqueteo por las calles, de horas de cierre y pautas democráticas. Periodistas de tomo y lomo.

Mataron a un hombre que no nos habría permitido abatirnos y cambiar el periodismo por las relaciones públicas, las asesorías de prensa o las consultorías. Un hombre que nos habría conminado a seguir haciendo investigación periodística y a masificar nuestros mensajes, luchando contra viento y marea por entregar la verdad día a día. Para ser la voz de los que casi nunca tienen voz y la de aquellos a los que siempre se les promete que están a punto de tenerla.

Mataron a un hombre que nos habría recordado a diario la inclaudicable necesidad de perseverar y encontrar la verdad, esa que se esconde tras las cortinas de humo del poder. Un hombre que no nos habría dejado olvidar que las apariencias nunca engañan y que nos habría refrescado cotidianamente la memoria, para construir el futuro integrando el pasado. Un hombre que nunca habría permitido que nos olvidáramos de lo esencial, que es invisible a los ojos como decía El Principito.

A ese hombre mataron antes que amaneciera, ese 8 de septiembre de hace 15 años. Y el recuerdo de ese hombre, como hay pocos, es el que nos debe hacer despertar hoy. Nos debe remecer como gremio. Nos debe impregnar de tantos valores que hoy parecen olvidados o dormidos. Nos debe volver a contaminar de creatividad, rebeldía, irreverencia. De afanes, de búsquedas, de pasiones, de razones.

Qué nos debe motivar a recuperar ese corazón que antes latía con tanta fuerza, con una energía que nos permitió, como gremio, dar la pelea cuando era realmente difícil hacerlo. Qué nos hizo marchar, no evitando el miedo sino combatiéndolo, para enarbolar la bandera de la libertad de expresión una y cien veces. Qué nos hizo defender, una y mil veces, aquello de que la libertad de expresión ? es un derecho y no una concesión a los obstinados?. Qué nos hizo defender nuestro oficio en forma implacable, cuando todas las condiciones nos eran desfavorables. Qué nos hizo defender a nuestros medios como fieras cuidando a sus cachorros. Qué nos hizo arremeter contra la censura y la sinrazón con ingenio, unidad, solidaridad y sentido de equipo.

Eso esperaría hoy de nuestro gremio el Pepone. Tal como esa tarde del 7 de septiembre del 86, cuando entre el político y el periodista, se impuso en él el periodista y en vez de fondearse, se autodesignó periodista en turno, presto a cambiar la portada del Análisis, que ya estaba impreso y que obviamente -como nos dijo- había quedado añeja.

Pepe querría que retomáramos nuestro rol. Nuestro importante papel de, como dice lo que ya parece una leyenda, ser el cuarto poder. Querría que nos organizáramos, que nos aglutináramos, que nos cobijarámos unos a otros en medio del temporal que rodea a nuestro medio, y arrancáramos pa'delante. Para recuperar la fuerza, la garra, la ilusión. Y nos reencantarámos con nuestro bello oficio. Y le devolviéramos la dignidad. Y nos otorgarámos el sitial que nos corresponde. Y lo dijéramos contra viento y marea y a los cuatro vientos.

Como le gustaría al Pepone que hiciéramos noticia con esa noticia: que el periodismo chileno ha regresado para no volver a ceder el lugar que nunca debió perder. Pepe le daría titular de portada. Y su muerte tendría algún sentido, si es que una muerte injusta, prematura y bárbara puede tenerlo...

Patricia Collyer

Tuesday, August 22, 2006

 

Pepone mi amigo

Nos ha hecho falta el Pepone en estos quince años. En mi caso, perdí a un amigo, a un hermano que hasta me retaba y también me cuidaba y se preocupaba cariñosamente de mis hijos en el tiempo en que estuvimos viviendo en Chile, con el Loco al otro lado de la Cordillera. Se preocupaba los domingos de hacer almuerzos familiares en su departamento en el barrio Bellavista en donde el Queco y el Rodrigo aprendieron a ser hermanos de Iván, Luciano y Alfredo y yo heredé una nueva y gran amiga: la Vera.

La última imagen que tengo de él es tirado en medio de mis dos hijos que estaban en cama, en mi departamento en Buenos Aires, preparándose para ver un programa en televisión y asegurándonos que él los cuidaría bien. Yo ese día viajaba a Chile y el Loco me llevaba al aeropuerto. El estaba en Buenos Aires porque aquí le habían pedido, suplicado y exigido que saliera por un tiempo porque las amenazas de muerte en su contra eran cada vez más peligrosas y reiterativas. "Trata de viajar tú también Loco, nosotros tres nos encargamos de todo", dijo muerto de la risa. Era un niño grande más entre los dos más chicos. Pero no aguantó muchos días al otro lado de la cordillera. Menos cuando supo que la Silvia estaba enferma de la columna y complicada.

Volvió el viernes 5 de septiembre. Y el 7, al saber la noticia del atentado, estuvo en ANALISIS, trabajando codo a codo con los demás. Se olvidó de las amenazas y de que estaba en la mira de los asesinos y sus cómplices que sabían y contaron que a esa hora de la noche, él estaba en su casa, con su familia a la que no quería abandonar.

Me imagino, cómo habría interrumpido a cada instante las conversaciones de los chat de internet y habría inventado miles de actividades para que no nos volvieramos a distanciar más. Sospecho que las empresas de celulares habrían tenido en él uno de sus mejores clientes, porque si había algo que le gustaba -además de otras cosas por cierto- era dedicarse a pasar horas en el teléfono.

En estos años, el Pepone habría inventado algo para salir a pelear por el cierre de los medios de comunicación, por la prohibición de la píldora del día después, por la falta de espacios para los jóvenes que quieren hacer algo distinto y no encuentran apoyo.

A lo mejor habría emprendido la aventura de ser un parlamentario y quizás estaríamos bien representados en medio de los honorables. No me cabe duda que no habría estado quieto en estos años, tal como no lo estuvo en Puchuncaví, en Venezuela, en México y después en Chile. Por eso les molestaba y por eso, decidieron asesinarlo.


Fuente: Cheña, Sitio Las historias que podemos contar

 

Trayectoria profesional

Trabajó en las revistas Gol y Gol, Siete Días y Punto Final, donde también fue miembro del consejo de redacción. Además, se desempeñó en el diario La Tercera, en radio Minería y en Canal 9 de Televisión, de la Universidad de Chile, donde participó en los noticiarios y en el programa Emisión Cero.

Durante los primeros años de la década del ’70 comenzó a dedicarse a la política a tiempo completo, como dirigente del Movimiento de Izquierda Revolucionaria, MIR. Después del golpe, fue detenido en 1974, torturado en la base naval de Talcahuano y trasladado a la tristemente célebre Villa Grimaldi, el presidio secreto de la DINA en Santiago.

Más tarde fue enviado al campo de prisioneros de Puchuncaví, donde lideró la primera huelga de hambre de prisioneros políticos para denunciar el asesinato de «los 119», nómina de detenidos desaparecidos que aparecieron ´muertos´ en Argentina, según publicaciones de diarios brasileños, argentinos y chilenos orquestadas por los agregados de prensa de la dictadura.

Liberado en 1976, inició su exilio en Venezuela en 1977, donde trabajó en El Diario de Caracas y en empresas publicitarias del chileno Raúl Alvarez, Papelucho, también ex alumno de la escuela de periodismo de ´la Chile´. Radicado después en México, trabajó en una versión internacional de la revista Punto Final junto a Mario Díaz.

De regreso en Chile en 1984, ejerció como editor internacional de la revista Análisis y corresponsal del diario mexicano Uno más uno. Fue miembro del consejo metropolitano del Colegio de Periodistas y dirigente del Movimiento Democrático Popular, (MDP), en representación del MIR.

En una entrevista sobre las amenazas de muerte que recibió en esos días, cuarenta y ocho horas antes de morir reafirmó sus ideales: ´Amamos la vida y amamos la paz, pero más que nada amamos la justicia y la libertad. Por ellas estamos dispuestos a dar la vida´.

Fuente: Olivia Mora, sitio de colectivos de trabajador@s


 

Hombre justo y bueno

Treinta meses antes de su muerte, Pepe Carrasco —Peppone para sus amigos— se despidió en México de sus hijos Iván (14) y Luciano Carrasco Mora (12). En esa asoleada tarde de invierno, su presencia en el departamento del barrio Coyoacán fue todo un alboroto. Pepe siempre fue bueno, dulce y cariñoso con los niños. En sus frecuentes viajes nunca se olvidó de escribirles para aconsejarlos y contarles sus experiencias.

Esa tarde los instó a que salieran bien en sus exámenes ´para que así la mamá acepte que regresen a Chile a vivir conmigo´. Los niños bajaron a la calle a despedirlo y yo lo vi por última vez desde la ventana del living.

A los tres meses recibía a sus dos hijos con infinita alegría. ´Es una felicidad inmensa poder compartir con ellos e influir en su formación de adolescentes´, dijo en una carta enviada a México en la Navidad de 1984. La alegría duró apenas 780 días. Iván y Luciano vivieron la terrible experiencia del secuestro y asesinato de su padre, un hombre justo y bueno.

Rosa Tapia, su tía, lo recuerda como un niño tímido pero preocupado por la situación de ´los de abajo´. Siempre fue sencillo y amistoso con sus amigos de Conchalí, barrio en que nació y se crió. Lo ofendían las injusticias, la discriminación y la marginalidad. ´Me duele el corazón cuando veo a los niño descalzos por las calles frías´, decía.

Pudo estudiar y llegar a la Universidad para estudiar periodismo en ´la Chile´ por el esfuerzo de sus padres, sobre todo de doña Chela, su madre, quien lo inscribió en el Instituto Nacional porque deseaba la mejor educación para el primogénito. La enseñanza laica, solidaria y libertaria que recibió en esas aulas, lo marcó para siempre. ´Soy de los que alcanzaron a educarse con el sistema gratuito; sólo pagábamos la matrícula´, recordaba Pepe.


Fuente: Olivia Mora, colectivos de trabajador@s

 

José Carrasco Tapia, pepone, vive en nuestra memoria.

Nombre: José Humberto Carrasco Tapia
Lugar y fecha de nacimiento: Santiago, 24 de agosto de 1943
Profesión: Periodista, Universidad de Chile
Lugar y fecha de muerte: Santiago, 8 de septiembre de 1986, en el cementerio Parque del Recuerdo.

«Te voy a contar la historia terrible y dramática de tu abuelo, porque vale la pena relatarla. No tengo pruebas de quiénes lo asesinaron. Pero, ¿qué importa que no las tenga si todos sabemos quienes fueron sus asesinos?»

Con este preámbulo imagina el abogado Jaime Hales su libro Escúchame, ´Peppone chico´, texto que escribiría para el nieto homónimo de José Carrasco. Insiste, vehemente, en que «la verdad existe desde el primer momento, aunque nosotros no tengamos la sentencia de esta causa».

José Carrasco Tapia fue asesinado cuando cumplía 43 años. Lo sacaron a medio vestir de su departamento de calle Santa Filomena, en el barrio Bellavista, durante la madrugada del 8 de septiembre de 1986, para acribillarlo a balazos en un muro del cementerio Parque del Recuerdo. En su caso, uno de los más claros y evidentes, sólo faltan los nombres de quienes integraron la «patota criminal».

Cinco horas antes del asesinato, un grupo guerrillero cometió un atentado contra Augusto Pinochet. Toda la noche Santiago estuvo militarizado, con las tropas al mando del jefe de la Guarnición, general Julio Canessa. El control castrense y policial fue total.

Alguien esa noche emitió la orden de perpetrar una venganza ejemplarizadora. Con el secuestro y asesinato de cuatro notorios opositores a la dictadura, el mandato se cumplió en horas en que nadie podía circular por la ciudad.

José Carrasco fue sacado de su domicilio en pijamas, sin calcetines (´No los va a necesitar´, le dijo a su familia uno de los asesinos), ante la angustia de Silvia Vera, su mujer, y de Iván, Luciano y Alfredo, sus hijos.


Fuente: escribe Olivia Mora, sitio del colectivo de trabajadoras

Thursday, August 17, 2006

 

A veinte años de la muerte del periodista José Carrasco Tapia aún no se dicta sentencia


This page is powered by Blogger. Isn't yours?