Monday, September 10, 2007

 

"Yo lo conocí"

Con relación al colega José Carrasco Tapia, al igual que Tito Mundt, puedo decir: "yo lo conocí". Cuando hoy el Consejo Metropolitano del Colegio de Periodistas le rinde un justo homenaje a veintiún años de su muerte, su recuerdo aparece nítido en mi mente en dos oportunidades. Una de ellas es una noche oscura en la Alameda, en 1971 ó 72, en las proximidades de la Iglesia San Francisco cuando, junto a su entonces esposa, la colega Olivia Mora, marchaba integrando una veintena de jóvenes del Movimiento de Izquierda Revolucionario (MIR) que voceaban una consigna partidaria.

"Ven, ven con nosotros", gritó al verme al borde de la calzada. Yo le respondí con una sonrisa dándole a entender que yo no estaba en esa parada que relacionaba la conciencia con el fusil.

El segundo recuerdo data de los años 80. Yo había sido despedido de "Las Ultimas Noticias", porque el diario "iba tomar otro giro en el cual yo no calzaba", según me explicó su director, Fernando Díaz Palma.

Un poco a la deriva, compré un pequeño porcentaje de la Librería y Editorial PAX-Chile, que en ese momento tenía un local en Huérfanos al llegar a San Antonio, a la entrada de la Galería del Ángel. Yo estaba en su interior y vi que Pepe, acompañado de Silvia, su segunda compañera, miraba los libros de una vitrina que daba al pasaje.

Me hizo un cortés saludo, que yo respondí desde el interior.

Eso son dos recuerdo nítidos de Pepe. Seguramente hubo otros encuentros en otras oportunidades porque yo lo recuerdo con mucha precisión como un hombre cordial, amistoso y de sonrisa rápida, acentuada por sus voluminosos lentes óptimos.

Yo he escrito estas líneas a pedido de mis compañeros del Consejo Metropolitano del Colegio de Periodistas de Chile, organismo del cual Pepe Carrasco formó parte dando curso a su interés por los asuntos gremiales.

Tras su muerte, y en gran parte gracias al libro "Asesinato de un periodista", de Patricia Collyer y María José Luque, me he enterado que Pepe era además un buen hijo, un buen padre, un buen compañero y un buen amigo. Creo que este debe ser un texto obligatorio para las futuras generaciones de periodistas.

Además de los recuerdos reseñados, siempre lo vi, desde la distancia, como un comprometido profesional con el derecho a la información. Y en ese sentido, sus asesinos lo elevaron a la categoría de los inmortales del periodismo, como Walsh, en Argentina, a quienes con razón puede aplicárseles el lema del conquistador: "la muerte menos temida, da más vida".

Juan Gonzalo Rocha, consejero Metropolitano del Colegio de Periodistas de Chile

Septiembre 2007

Thursday, September 06, 2007

 

Pepone en nuestra memoria

Nota:
El artículo que se reproduce a continuación se publicó el año 2006 en la revista "A toda Prensa" con motivo de los 20 años de la muerte de nuestro colega. La autora es la consejera y Pro Secretaria del Consejo Metropolitano Susana Kuncar.
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Perdura su martirio, porque su ausencia es tremenda. Pero más perdura su huella de revolucionario, de periodista de tomo y lomo, de hombre apasionado por la vida.

¿Por qué esa noche fatídica del 7 de septiembre de 1986 Pepe no se cuidó, no se escondió, sabiendo que la CNI lo tenía en la mira? ¿Por qué decidió dormir en su casa después del fallido atentado a Pinochet que presagiaba la venganza? Es la pregunta que aún hoy, veinte años después, duele en la memoria.

Tal vez estaba cansado de huir, hacía tiempo que había decidido no vivir en la clandestinidad, a pesar de todos los riesgos que eso significaba – en plena dictadura- para un militante del MIR que había sido detenido y torturado, que había organizado la primera huelga de hambre de presos políticos en los años más duros de la represión, que trabajaba en la revista Análisis, que era un destacado dirigente del Consejo Metropolitano del Colegio de Periodistas. Pero como dice el dicho del escorpión, su naturaleza era más fuerte. Un tipo apasionado por la vida, un “gigante de risa estruendosa” como ha sido descrito, no podía estar preso ni vivir escondido.

Tal vez, ese día se impuso el periodista por sobre el militante cuando “se auto designó periodista de turno, presto a cambiar la portada del Análisis, que ya estaba impreso y que obviamente -como nos dijo- había quedado añeja”, recuerda su compañera de oficina, Patricia Collyer. Tal vez ese día sentía que la Silvia y los niños lo necesitaban, como le dijo a Juan Pablo Cárdenas, cuando el director de Análisis le insistió telefónicamente que pasaran la noche juntos en casa de María Olivia Monckeberg. Pero Pepe venía llegando de Buenos Aires, adonde partió casi obligado a pasar un par de semanas ante las amenazas de las que estaba siendo objeto.

“Soy periodista, soy periodista, soy periodista”, repetía cuando se lo llevaron los hombres armados que derribaron la puerta de su departamento en el barrio Belllavista. Fue lo último que se escuchó de él.

Es difícil escribir algo nuevo de José Carrasco Tapia a 20 años de su muerte, porque no ha sido olvidado. Basta ingresar a Google y teclear “periodista josé carrasco tapia” para que cerca de 70 mil menciones se desplieguen. Sin ir más lejos, Magdalena Gacitúa y Rodrigo Luengo, dos estudiantes de Periodismo de la Universidad Alberto Hurtado estrenaron -nerviosos- el pasado 8 de septiembre en el teatro Camilo Henríquez, el documental “Pepone, reviviendo la libertad en su expresión”, realizado con la frescura y el idealismo de la juventud. ¡Qué triunfantes se vieron esas imágenes! Pepe estaba siendo revivido por esos jóvenes.

Periodismo y política

Perdura su martirio, porque su ausencia es tremenda. Pero más perdura su vida, su trayectoria de niño nacido en Conchalí que se educa en el Instituto Nacional y llega a Periodismo en “la Chile”. En ese período (68-70) lo conoció María Eugenia “Cheña” Camus, quien lo recuerda como un hermano mayor, que la cuidaba y protegía. “Cuando nos fuimos juntos a cubrir la gira de Fidel Castro a Chile – él por Punto Final y yo por la editoral Quimantú- lo hicimos en auto con unos argentinos, llegamos y no había dónde alojar sino en una escuela. Él dormía al lado mío para que nadie me molestara”.

La vida los reunió intensamente en el periodismo y la política.“En esa época los periodistas nos veíamos mucho, sobre todo los que teníamos una mirada parecida sobre lo que estaba pasando en Chile y lo que queríamos hacer”, señala Cheña, sobreviviente de todo. Pepone estaba comprometido hasta la médula con el proceso político, pero igual que todo el grupo de periodistas del MIR, entre los que se contaban Gladys Díaz, Lucía Sepúlveda y “el pelao Carmona”, vivían ese compromiso haciendo periodismo como malos de la cabeza. “Trabajábamos políticamente en lo que era nuestra profesión, aunque el Pepe lo hacía también en la cosa sindical porque era muy gremialista. Él y la Gladys, que era presidenta del sindicato de periodistas radiales. Vivíamos las 24 horas del día en el periodismo y además haciendo política”, rememora la hoy editora de TVN.

A Pepe le gustaba reportear y escribir, agrega, “aunque se demoraba como loco en entregar, los editores sufrían. Pero siempre tenía todo muy bien reporteado y con buenas fuentes”. En el exilio también tuvo esa capacidad, por eso Juan Pablo Cárdenas lo nombra editor internacional de Análisis y él monta una red de corresponsales de primer nivel. Pepone mismo fue corresponsal del diario mexicano Uno más Uno, cuando retornó en 1984 después de haber pasado el exilio en ese país y en Venezuela.

Gozador de la vida

Sus cercanos lo recuerdan como un líder nato, muy político pero al mismo tiempo preocupado por las personas, “le gustaba invitar a su departamento, aunque no tuviera nada para compartir, ahí se armaba algo”. Tenía defectos como cualquier ser humano, pero en la memoria de sus compañeros y amigos permanece básicamente como un gozador de la vida. Le gustaban las mujeres y también el deporte, “pero era diez para las dos, tenía las piernas chuecas”, se ríe la Cheña. Un tipo vital que siempre estaba buscando, organizando, tomando iniciativa. Y valiente, muy cojonudo. Había que serlo para liderar una huelga de hambre en un campo de concentración. Después del golpe militar María Eugenia trabajaba en el Comité Pro Paz y un día le llegó algo del Pepe, desde Puchuncaví. “Era un papel de esos con los que se hacen los cigarrillos donde venía la proclama de los presos políticos llamando a la huelga de hambre y denunciando la mentira de los 119. Fue un riesgo enorme, porque la DINA los podía volver a tomar y hacerlos desparecer a ellos, si estaban detenidos.”

Así con todo. Dio la pelea en el MIR por retornar a Chile a principios de los 80, pero no quería volver clandestino –que era la política del partido- pensaba que aquí ya se habían abierto espacios para hacer cosas. Y lo hizo.

Un revolucionario en el Consejo Nacional

Vuelve y se reconecta rápidamente con las luchas populares. Retoma su veta gremial y se transforma en dirigente del Colegio, participando en la creación de “la Carta de los Periodistas”, bajo estado de sitio y con todos los medios de oposición clausurados. Concurre a cuanta marcha se organiza contra la censura y transforma la libertad de expresión en su bandera de lucha. Está en la cresta de la ola.

Ignacio González Camus (DC), que era presidente del Colegio en ese momento, recuerda a Pepe como “un hombre franco, frontal, de personalidad vigorosa, con mucha llegada entre los periodistas. Significaba la presencia del revolucionario en el Consejo Nacional, un revolucionario que planteaba en esa instancia sus ideas con realismo, sin perder de vista la situación que se vivía en el país. Un hombre que estaba la ofensiva, pero que no pretendía mantenerse en posturas intransables y exigírselas a los demás, como un iluminado”.

Se llevaron bien.Nunca tuve algún problema político con él, aunque nuestras ideologías eran distintas. Yo enmarqué toda mi labor en la tarea de defensa de la libertad de expresión y lo mismo hizo Pepe, de modo que era difícil chocar en lo esencial. En esas tareas había poco espacio para las líneas partidistas, porque nuestro objetivo era superior. Curiosamente, los obstáculos más notorios que enfrenté dentro del Consejo eran originados por ciertos consejeros que se suponía de mi misma línea, pero de razonamiento más bien derechista”.

No se habría quedado quieto

José Carrasco Tapia tenía 43 años cuando lo mataron; habría cumplido 63 el 24 de agosto del 2006. A pesar de su ausencia, su amiga María Eugenia Camus no tiene mayores dificultades para imaginarlo hoy:

“Habría interrumpido a cada instante las conversaciones de los chat de Internet y habría inventado miles de actividades para que no nos volvieramos a distanciar más. Sospecho que las empresas de celulares habrían tenido en él uno de sus mejores clientes, porque si había algo que le gustaba -además de otras cosas por cierto- era dedicarse a pasar horas en el teléfono.
En estos años, el Pepone habría inventado algo para salir a pelear por el cierre de los medios de comunicación, por la prohibición de la píldora del día después, por la falta de espacios para los jóvenes que quieren hacer algo distinto y no encuentran apoyo.
A lo mejor habría emprendido la aventura de ser un parlamentario y quizás estaríamos bien representados en medio de los honorables. No me cabe duda que no habría estado quieto en estos años, tal como no lo estuvo en Puchuncaví, en Venezuela, en México y después en Chile. Por eso les molestaba y por eso, decidieron asesinarlo”.

El sábado 8 de septiembre del 2006, el sol pega fuerte. Puntualmente, al mediodía, se desarrolla el mismo rito, año tras año. Los periodistas van llegando poco a poco, medio tímidamente, mientras las caras se reconocen y saludan. Los mismos de siempre han envejecido, otros llegan con sus hijos y eso es reconfortante. Ya casi no queda espacio para realizar el homenaje, la autopista recientemente inaugurada se lo ha comido todo, vorazmente. Dos placas que en algún momento habrá que renovar recuerdan que ese fue el lugar preciso. Aparecen las pancartas, los claveles rojos, se escuchan los testimonios. La mayoría de los autos pasa a toda velocidad y algunos miran curiosos. Otros -los menos - reconocen de qué se trata y hacen sonar sus bocinas en señal de apoyo, todavía...



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